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El espacio elegido, el oeste del núcleo urbano, era el denominado de las Eras de Santa Catalina, por una antigua ermita que estuvo localizada en el lugar, con amplios espacios abiertos alrededor, los ejidos, lugar muy a propósito para el establecimiento de los ganados, caballos y mulas principalmente.
El proyecto, firmado por un desconocido Josef Ximénez y conservado en el Archivo Histórico Provincial, nos plantea ya su curiosa estructura, una gran plaza circular con un anillo interior con tiendas en ambas caras y cuatro accesos en los ejes del círculo, en uno de ellos se localizaba una construcción que sería la dedicada al cuerpo de guardia y ayuntamiento; por otra puerta hasta ese lugar se accedería mediante una entrada o calle principal, de tal modo que ya quedaba configurada la clásica estructura en forma de "sartén".
El edificio ferial ya había superado su primer siglo de existencia y en el siglo XX, después de varios intentos al respecto, en 1912, se construyó el actual "kiosco" de línea modernista, en hierro, cemento y cerámica vidriada, en el centro del círculo interior definiendo el espacio de una manera muy adecuada, todo según proyecto del arquitecto Daniel Rubio que por esas fechas hacía otros edificios en la ciudad (Gran Hotel, Casa de Hortelano).
No obstante, la gran obra de ampliación se efectuaría en 1944, según diseños de los arquitectos Ortiz y Julio Carrilero. Eran los años de la postguerra y al edificio ferial se le quiso dar, de nuevo, un gran protagonismo en la ciudad, vinculado a la exaltación de la patrona, la Virgen de los Llanos. La obra realizada fue realmente importante, al añadir un anillo exterior y ampliar doblemente el paseo central de acceso con sendos pabellones, así como la construcción de una sala dedicada a exposiciones en el lado opuesto del eje.
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